A QUIEN PUEDA INTERESAR
Con este intento, me dispongo a compartir
con ustedes, algunas de mis inquietudes y
preocupaciones. Pero primero tengo que presentar ciertas observaciones y
lo haré de una manera algo inusual, ¿cómo? Pues simple, negando cosas, diciendo
lo que no es, en este caso lo que no soy. Esta técnica – la de negar- es una
costumbre muy oriental, específicamente usada por los budistas zen y los
taoístas chinos, y con ellas ayudaban o facilitaban el entendimiento.
Comencemos con algo, como por ejemplo: En
cuanto a mí y a mi edad, no soy un
anciano de la tercera edad, de la cuarta edad o de la quinta edad - si es que
la hay-. No soy miembro de una
comunidad religiosa fundamentalista, no soy un militar mercenario, no soy un
hombre de concepciones ultra nacionalistas, ni ultra conservadora, ultra
regionalista, ni ultra de ninguna cosa…
Tampoco creo que sea indigno ser miembro de
una de estas organizaciones ya mencionadas y mucho menos que por ser miembro de
alguna de ellas, puedas o seas descalificado. Hago la aclaración pues
simplemente no me identifico con ciertos métodos y sistemas. Además, todos
tenemos la libertad de elegir – o por lo menos eso es lo que se supone- tanto
en el espacio personal, como en el social y así cada uno elige el lugar que aspira ocupar.
Además creo en la diversidad de todo tipo y
no solo en la biodiversidad vegetal y animal. Nuestro planeta es diverso,
variado, múltiple, complejo y por tanto, trato de seguir el tono que marca la
naturaleza que nos gestó como seres vivos. Creo en la variedad sobre todo, también
en el sentido común, la sensatez y sobre todo en el equilibrio y la mutación
como regla…
Puedo proseguir diciendo que: Soy un ser
común y corriente, un ciudadano más del mundo. Apuntar que soy igual que la mayoría, un común mortal. Pero no
obstante tengo cosas que decir y solo lo puedo hacer por este medio y sé que
solo unos pocos pueden ser participes del esfuerzo emprendido. Pero de igual
modo las palabras al igual que los pensamientos se transmiten por diversos
medios, algunos muy sutiles. Y luego de
que son soltados al medio, otros recibirán el mensaje, al igual que yo lo
recibo de todos los demás, pues en la mayoría de los casos simplemente somos
catalizadores.
Tal vez tenga valor lo que quiero decir,
tal vez sea un tema más de aquellos ya gastados por el manoseo social, pero
tengo la necesidad de exponerlo, y quiero que se entienda que lo que voy a
exponer no es un producto o fruto de un espíritu inquisidor o vengador. No
tiene carácter subversivo, ni es fruto de una rabia desmedida, ni de una
postura depresiva, ni de una visión con una marcada falta de esperanza…
Simplemente es una manifestación de mucho dolor, de mucha pena, es compasión
que aflora de lo profundo de mi corazón…
He tenido la suerte de poder ver la
realidad con claridad, oír con claridad, comprender con claridad, sin dudas es
una gran suerte vivir con claridad. Esta postura y forma de vida me da la
oportunidad de ver como estamos viviendo. Hoy estamos frente a la realidad que nos
arropa como sociedad y como civilización, sin distinción de países o fronteras,
culturas o sociedades, medios o posesiones, preceptos o religiones, hoy nos
enfrentamos a una realidad severa… Nos enfrentamos a un día a día que nos
golpea en las narices y nos golpea con tanta fuerza que nos aturde.
Se cierne un manto oscuro sobre el tejido
social, que es como una tormenta feroz y su secuela nos deja con un sentido de sobrecogimiento.
Todos de una u otra manera tocamos los mismos temas, unos más que otros, pero
nadie está al margen de esta realidad que construimos y de la que somos
coparticipes. No es posible estar al
margen y mucho menos negarlo, pues nos toca a todos, no es posible encontrar un
ser que esté ajeno al mismo, en ninguna parte de nuestro minúsculo planeta, el
que no es el planetita del principito, precisamente…
Los que disponemos de más de cuarenta o
cincuenta años de vida, siendo hoy un
día de un mes de Septiembre del año 2015, cuando la nostalgia se nos agolpa de
repente, viviendo unas realidades totalmente insólitas, para un país como el
nuestro, ubicado en una zona tropical, poseedores- en el pasado- de los bosque
húmedos más prominentes de la zona y en medio de las trayectorias ciclónicas, y
que estemos sufriendo cada año de sequias y con subsecuente escases de agua,
hasta ahora sin precedente y en permanente incremento… cuando todos los antes
mencionados por su edad, recordamos como de nuestras montaña emanaba agua a
borbotones, que las temporadas de lluvias eran tan regulares como los
menstruaciones femeninas y éramos una
isla encantada…
Otro de los temas… Pensar que nuestros
hijos y nietos, hoy no pueden salir al barrio libremente a compartir con sus vecinos, compañeros, o
amigos, a menos que se sea detrás de las murallas de las fortalezas que tenemos
por residencias, por supuesto, los que
pueden pagárselas. Los que no, están tras los barrotes, que como cárceles se
yerguen sobre todas las viviendas de las ciudades, por humildes que estas sean.
Los chicos no pueden explorar sus entornos, ni conocer lo que es la naturaleza,
descubrir insecto, plantas, aves, animales, en fin…
Sé que los mayores de edad recuerdan esos
tiempos donde sus hijos eran protegidos por la comunidad, donde los ciudadanos
protegían a los jóvenes que ni siquiera conocían, donde la ciudadanía no temía
ayudarse unos a otros, tiempos donde no se temía a caer en manos de un
desaprensivo en cualquier esquina, o que se viera involucrado en una balacera
como si estuviéramos en medio del lejano oeste americano, acciones que veíamos solo
en los programas televisivos importados… Y es cuando me pregunto, ¿Que nos está
pasado?...
Hemos construido una civilización que ya
corre por XXI siglos de la nueva era, sin contar los siglos pasados antes de esta.
Una civilización de humanos luchando por gestar cambios sociales y por los que se
ha pagado un alto precio por ello, cómo el precio del: Dolor, del odio, la fragmentación,
la frustración, la miseria, las hambrunas, el caos, las guerras irracionales e
interminables y aun seguimos enfrentando las mismas calamidades. ¡Santo Dios!
¿Qué nos pasa?...
El miedo nos arropa a todos, junto a una
inseguridad permanente. Nos carcome hasta los tuétanos la corrupción, la que se
hace presente en cada minúsculo rincón de la vida del los seres humanos y sus
organizaciones, cada día estamos más podridos, cada vez más maquiavélicos, cada
vez más se utilizan métodos más conspicuos, métodos orquestados para la estafa… pareciera que este festín no acabará
nunca. Las mayorías, al parecer, apuestan a ello, por complicidad o contubernio
o por miedo o por simplemente hacerse de la vista gorda, pero creo
personalmente que es por la profunda ignorancia y estupidez sembrada en sus
mediocres egos…
Hoy la estafa es un patrón común en todos
los niveles de la sociedad y sin dejar a un lado que el mayor promotor de la
misma es ¡El Estado! Estamos llenos de políticos estafadores, opulentos,
inoperantes, incompetentes para sus funciones, pero perfectos explotadores, especuladores,
llenos de despropósitos, malvados, hambrientos, desfachatados y manipuladores. Propiciadores
de la una corrupción excelsa. Pero eso sí, todo perfectamente organizado,
meticulosamente estudiado, con todos los mecanismos posibles para crear nuevas
castas, la que pretenden perpetuarse, en plena impunidad, desplazando a todos
los competidores, en todos los órdenes, ya no solo en la política, ahora
también quieren quedarse con todo, absolutamente con todo, y por el medio que asquerosamente le sea mejor
lograrlo, pero eso sí… legalmente instituido.
Creo que hasta los mismos griegos que inventaron este sistema y su vocabulario,
llamado democracia, no encontrarían los calificativos a usar para describirnos,
porque ya fueron superadas todas las expectativas.
Los ciudadanos que mínimamente se
comportan, se sienten como estúpidos, légamos, retrasados mentales,
incompetentes, además de albergar un sentimiento de minusválidos desafortunados, igualmente de estar
temerosos ante tanta barbarie y desatino. Todo esto pareciera ser una película
de ciencia ficción, de terror, apocalíptica, una visión irracional y sin sentido,
todo un sin sentido que se manifiesta en el total despropósito.
Todo se deshace entre nuestras
manos, todo se derrama, solo se vive para pagar impuestos para mantener
corruptos. Hombres y mujeres llenos de estrés, buscando como solventar lo que
como grupo les corresponde, las familias no tienen sosiego. ¡Por supuesto! se
está creando la próxima generación de esclavos eternos… Construimos cada día
con nuestras acciones una sociedad más complicada, más intrincada, más
dependiente, más egoísta, más opulenta, más irracional…
Parecería que el entramado del tejido
social ha agotado toda la energía esencial que le sostiene y todo el material prístino
que le sustenta. Aquella energía que promueve la vida, hoy la desmedra, y así nos
quedamos expuestos ante lo inevitable, una sociedad totalmente neurótica y
enferma, violenta y desalmada, devastada en su ética, en su moral. Y no se diga en lo espiritual -si es que alguna vez hubo tal cosa-.
Tal vez simplemente estoy
soñando, pero parece mentira que las comunidades calificadas de salvajes,
primitivas, que aún hoy subsisten en algunos rincones del planeta, tienen más
valores, más sentido común, que la civilización occidental desarrollada. Ellas
ven horrorizadas el derrotero de la civilización del hombre blanco y lo ponen
de manifiesto, pero al igual que a todos los que vemos con claridad, nadie nos
hace caso y peor, aquellos depravados con licencia, se ríen a nuestras espaldas
tildándonos de locos, desajustados y buenos para nada y utilizan los medios
represivos para silenciar a todos...
Hoy más que nunca los valores máximos
vendidos para la comunidad humana son: el dinero, el poder, la desfachatez, lo
amoral, el ego elevado a la potencia más dislocada que se pueda tan siquiera
soñar. Solo es necesario y suficiente, no tener escrúpulos algunos… ser
perfectamente educado en la tolerancia para identificar quien es el jefe del
momento, aunarse, congregarse y promover, -por supuesto- el cómo joder a los
otros con el más perfecto estilo del Gentleman
Ingles y así, se es el más apto para
participar de la piñata.
El consumo consume a los consumidores, la
ficción envuelve la vida de todos, encerrados en los capullos de la fantasía y
de abulia. Vemos las desproporciones en que viven los artistas, los atletas de
algunas disciplinas manipuladas, las modelos, los banqueros y otros, mientras
las mayorías languidecen en un planeta que está en serios riesgos de desertificación
y degradación social. Pero los intereses de unos grupos minoritarios, pero
asquerosamente ricos y poderosos, mandan al mismísimo infierno las soluciones o
propuestas que deben ser tomadas ahora y sin dilación. Pero las mayorías que
promueve y enarbola las banderas del raciocinio, no poseen el empuje, para
revertir estos procesos corruptos.
Es como si viviéramos en el paraíso de la
nada, donde la nada se lo come todo, lo devora todo, como lo relata La historia
sin fin… El hombre vive en el reciclaje de la ignominia, la desidia, la
opulencia, la desigualdad, la violencia, el miedo, que más que miedo es terror.
La locura colectiva, el abuso, la constante búsqueda del fracaso eterno a través del jueguito de lo imperial. Viviendo en una fantasía distorsionada, una
propuesta de vida en el paraíso después de la muerte, no siendo capaz de
reconocer- por supuesto por la ignorancia y la estupidez- que el paraíso se
construye aquí y ahora y no después de la muerte. Esa ficción ha sido siempre
vendida al humano para que no intente cambiar la lastimera forma en que vive en
el momento de su realidad… Y a eso se llama, burda manipulación…
Qué
triste y doloroso es tener que plantear esta realidad, una realidad que nos
atrapa y nos hace añicos, pero lo más triste es tener que presentarlo a todos
ustedes como la realidad inequívoca de nuestra sociedad, de nuestra isla y de
nuestra civilización. Pero tenemos que persistir en la denuncia, esperando que
quede plasmado en la historia de la humanidad por alguna vía, y que podrá ser
un recordatorio del por qué nos autodestruimos.
Pero al parecer nadie aprende en cabeza
ajena, o tal vez será una ley de vida, y la historia es simplemente un montón
de papeles que solo sirve al despropósito de los macabros agentes de la
desdicha. Los pueblos no tienen la capacidad- al parecer- de hacer causa común
para su bienestar y solo permiten que sean aniquilados como esclavos
permanentes y cautivos de las circunstancias. Una multitud de seres incapaces
de hacer absolutamente… nada,
realmente en este momento no encuentro las palabras para describir esta realidad
que con claridad vislumbro…
Vivimos en la oscuridad cuando la luz es la
ley, pero existe una poción mágica la que todos debemos tomar como remedio, y
esta se llama la poción de la esperanza, la que impulsa la fuerza interior que
nos empuja a vivir y rompe la depresión colectiva. Es una responsabilidad
buscar las soluciones y enfrentarnos a ellas, de una manera pro activa, no
empeorando, si no mejorando, no devorando, si no plantando, no corrompiéndose
si no clarificándose y dejando a un lado la opulencia y los deseos desmedidos e
irracionales. Pues son esos males los que llevan a los hombres a perder la
visión de la realidad en la que vivimos. No alimentemos a la bestia de la nada,
es tiempo de despertar de ese odioso letargo que nos consume y que nos devora,
que nos hace polvo, que nos conduce al abismo. Es tiempo de reaccionar, todavía
estamos a tiempo, la humanidad del futuro no tiene la culpa y tampoco la
nuestra de vivir lo miserable y desdichado que es y lo que estamos dejando como
herencia.
Debemos levantarnos a unas y parar de
manera radical la deforestación, tal como se logro el miserable 4% para educación,
e iniciar un plan de reforestación serio y bien estructurado. Debemos
levantarnos y detener esta locura de la opulencia gubernamental y esta
corrupción desmedida, debemos aunar esfuerzos para que la vida de nuestros
hijos y nietos sea más digna y feliz. No al miedo y a la delincuencia, al
raterismo, a la irresponsabilidad. Y que no se justifique falta de presupuesto
para encaminar las acciones requeridas, es la trampa que siempre nos venden,
para corromper aún más las instituciones, tenemos organizaciones y presupuesto
de más para resolver, solo hace falta la voluntad y la integridad de aquellos
comprometidos. Hay que acudir a los últimos reductos de la tolerancia, a los
últimos reductos de la sensatez, a los últimos reductos del valor ciudadano, a
los últimos reductos de la consciencia humana, y dejar a un lado esta nefasta
conducta depresiva que daña a nuestras familias y a nuestra sociedad.
Todo está escrito… todo está dicho… todo
está a la vista… pero estamos ciegos… sordos…y mudos… Es tiempo de tomar
partido…