lunes, 7 de septiembre de 2015

A QUIEN PUEDA INTERESAR

A QUIEN PUEDA INTERESAR

     Con este intento, me dispongo a compartir con ustedes, algunas de mis inquietudes y  preocupaciones. Pero primero tengo que presentar ciertas observaciones y lo haré de una manera algo inusual, ¿cómo? Pues simple, negando cosas, diciendo lo que no es, en este caso lo que no soy. Esta técnica – la de negar- es una costumbre muy oriental, específicamente usada por los budistas zen y los taoístas chinos, y con ellas ayudaban o facilitaban el entendimiento.
    Comencemos con algo, como por ejemplo: En cuanto a mí y a mi  edad, no soy un anciano de la tercera edad, de la cuarta edad o de la quinta edad - si es que la hay-.   No soy miembro de una comunidad religiosa fundamentalista, no soy un militar mercenario, no soy un hombre de concepciones ultra nacionalistas, ni ultra conservadora, ultra regionalista, ni ultra de ninguna cosa…
    Tampoco creo que sea indigno ser miembro de una de estas organizaciones ya mencionadas y mucho menos que por ser miembro de alguna de ellas, puedas o seas descalificado. Hago la aclaración pues simplemente no me identifico con ciertos métodos y sistemas. Además, todos tenemos la libertad de elegir – o por lo menos eso es lo que se supone- tanto en el espacio personal, como en el  social y así cada uno elige el  lugar que aspira ocupar.
     Además creo en la diversidad de todo tipo y no solo en la biodiversidad vegetal y animal. Nuestro planeta es diverso, variado, múltiple, complejo y por tanto, trato de seguir el tono que marca la naturaleza que nos gestó como seres vivos. Creo en la variedad sobre todo, también en el sentido común, la sensatez y sobre todo en el equilibrio y la mutación como regla…
     Puedo proseguir diciendo que: Soy un ser común y corriente, un ciudadano más del mundo. Apuntar que soy  igual que la mayoría, un común mortal. Pero no obstante tengo cosas que decir y solo lo puedo hacer por este medio y sé que solo unos pocos pueden ser participes del esfuerzo emprendido. Pero de igual modo las palabras al igual que los pensamientos se transmiten por diversos medios, algunos muy sutiles.  Y luego de que son soltados al medio, otros recibirán el mensaje, al igual que yo lo recibo de todos los demás, pues en la mayoría de los casos simplemente somos catalizadores.
     Tal vez tenga valor lo que quiero decir, tal vez sea un tema más de aquellos ya gastados por el manoseo social, pero tengo la necesidad de exponerlo, y quiero que se entienda que lo que voy a exponer no es un producto o fruto de un espíritu inquisidor o vengador. No tiene carácter subversivo, ni es fruto de una rabia desmedida, ni de una postura depresiva, ni de una visión con una marcada falta de esperanza… Simplemente es una manifestación de mucho dolor, de mucha pena, es compasión que aflora de lo profundo de mi corazón…
     He tenido la suerte de poder ver la realidad con claridad, oír con claridad, comprender con claridad, sin dudas es una gran suerte vivir con claridad. Esta postura y forma de vida me da la oportunidad de ver como estamos viviendo.  Hoy estamos frente a la realidad que nos arropa como sociedad y como civilización, sin distinción de países o fronteras, culturas o sociedades, medios o posesiones, preceptos o religiones, hoy nos enfrentamos a una realidad severa… Nos enfrentamos a un día a día que nos golpea en las narices y nos golpea con tanta fuerza que nos aturde.
    Se cierne un manto oscuro sobre el tejido social, que es como una tormenta feroz y su secuela nos deja con un sentido de sobrecogimiento. Todos de una u otra manera tocamos los mismos temas, unos más que otros, pero nadie está al margen de esta realidad que construimos y de la que somos coparticipes.  No es posible estar al margen y mucho menos negarlo, pues nos toca a todos, no es posible encontrar un ser que esté ajeno al mismo, en ninguna parte de nuestro minúsculo planeta, el que no es el planetita del principito, precisamente…
     Los que disponemos de más de cuarenta o cincuenta  años de vida, siendo hoy un día de un mes de Septiembre del año 2015, cuando la nostalgia se nos agolpa de repente, viviendo unas realidades totalmente insólitas, para un país como el nuestro, ubicado en una zona tropical, poseedores- en el pasado- de los bosque húmedos más prominentes de la zona y en medio de las trayectorias ciclónicas, y que estemos sufriendo cada año de sequias y con subsecuente escases de agua, hasta ahora sin precedente y en permanente incremento… cuando todos los antes mencionados por su edad, recordamos como de nuestras montaña emanaba agua a borbotones, que las temporadas de lluvias eran tan regulares como los menstruaciones femeninas  y éramos una isla encantada…
    Otro de los temas… Pensar que nuestros hijos y nietos, hoy no pueden salir al barrio libremente  a compartir con sus vecinos, compañeros, o amigos, a menos que se sea detrás de las murallas de las fortalezas que tenemos por residencias, por supuesto,  los que pueden pagárselas. Los que no, están tras los barrotes, que como cárceles se yerguen sobre todas las viviendas de las ciudades, por humildes que estas sean. Los chicos no pueden explorar sus entornos, ni conocer lo que es la naturaleza, descubrir  insecto,  plantas, aves,  animales, en fin…
     Sé que los mayores de edad recuerdan esos tiempos donde sus hijos eran protegidos por la comunidad, donde los ciudadanos protegían a los jóvenes que ni siquiera conocían, donde la ciudadanía no temía ayudarse unos a otros, tiempos donde no se temía a caer en manos de un desaprensivo en cualquier esquina, o que se viera involucrado en una balacera como si estuviéramos en medio del lejano oeste americano, acciones que veíamos solo en los programas televisivos importados… Y es cuando me pregunto, ¿Que nos está pasado?...
     Hemos construido una civilización que ya corre por XXI siglos de la nueva era, sin contar los siglos pasados antes de esta. Una civilización de humanos luchando por gestar cambios sociales y por los que se ha pagado un alto precio por ello, cómo el  precio del: Dolor, del odio, la fragmentación, la frustración, la miseria, las hambrunas, el caos, las guerras irracionales e interminables y aun seguimos enfrentando las mismas calamidades. ¡Santo Dios! ¿Qué nos pasa?... 
     El miedo nos arropa a todos, junto a una inseguridad permanente. Nos carcome hasta los tuétanos la corrupción, la que se hace presente en cada minúsculo rincón de la vida del los seres humanos y sus organizaciones, cada día estamos más podridos, cada vez más maquiavélicos, cada vez más se utilizan métodos más conspicuos, métodos orquestados para la  estafa… pareciera que este festín no acabará nunca. Las mayorías, al parecer, apuestan a ello, por complicidad o contubernio o por miedo o por simplemente hacerse de la vista gorda, pero creo personalmente que es por la profunda ignorancia y estupidez sembrada en sus mediocres egos…
     Hoy la estafa es un patrón común en todos los niveles de la sociedad y sin dejar a un lado que el mayor promotor de la misma es  ¡El Estado!  Estamos llenos de políticos estafadores, opulentos, inoperantes, incompetentes para sus funciones, pero perfectos explotadores, especuladores, llenos de despropósitos, malvados, hambrientos, desfachatados y manipuladores. Propiciadores de la una corrupción excelsa. Pero eso sí, todo perfectamente organizado, meticulosamente estudiado, con todos los mecanismos posibles para crear nuevas castas, la que pretenden perpetuarse, en plena impunidad, desplazando a todos los competidores, en todos los órdenes, ya no solo en la política, ahora también quieren quedarse con todo, absolutamente con todo,  y por el medio que asquerosamente le sea mejor lograrlo, pero eso sí…  legalmente instituido. Creo que hasta los mismos griegos que inventaron este sistema y su vocabulario, llamado democracia, no encontrarían los calificativos a usar para describirnos, porque ya fueron superadas todas las expectativas.
     Los ciudadanos que mínimamente se comportan, se sienten como estúpidos, légamos, retrasados mentales, incompetentes, además de albergar un sentimiento de  minusválidos desafortunados, igualmente de estar temerosos ante tanta barbarie y desatino. Todo esto pareciera ser una película de ciencia ficción, de terror, apocalíptica, una visión irracional y sin sentido, todo un sin sentido que se manifiesta en el total despropósito.
    Todo se deshace entre nuestras manos, todo se derrama, solo se vive para pagar impuestos para mantener corruptos. Hombres y mujeres llenos de estrés, buscando como solventar lo que como grupo les corresponde, las familias no tienen sosiego. ¡Por supuesto! se está creando la próxima generación de esclavos eternos… Construimos cada día con nuestras acciones una sociedad más complicada, más intrincada, más dependiente, más egoísta, más opulenta, más irracional…
    Parecería que el entramado del tejido social ha agotado toda la energía esencial que le sostiene y todo el material prístino que le sustenta. Aquella energía que promueve la vida, hoy la desmedra, y así nos quedamos expuestos ante lo inevitable, una sociedad totalmente neurótica y enferma, violenta y desalmada, devastada en su ética, en su moral.  Y no se diga en lo espiritual  -si es que alguna vez hubo tal cosa-.
    Tal vez simplemente estoy soñando, pero parece mentira que las comunidades calificadas de salvajes, primitivas, que aún hoy subsisten en algunos rincones del planeta, tienen más valores, más sentido común, que la civilización occidental desarrollada. Ellas ven horrorizadas el derrotero de la civilización del hombre blanco y lo ponen de manifiesto, pero al igual que a todos los que vemos con claridad, nadie nos hace caso y peor, aquellos depravados con licencia, se ríen a nuestras espaldas tildándonos de locos, desajustados y buenos para nada y utilizan los medios represivos para silenciar a todos...  
     Hoy más que nunca los valores máximos vendidos para la comunidad humana son: el dinero, el poder, la desfachatez, lo amoral, el ego elevado a la potencia más dislocada que se pueda tan siquiera soñar. Solo es necesario y suficiente, no tener escrúpulos algunos… ser perfectamente educado en la tolerancia para identificar quien es el jefe del momento, aunarse, congregarse y promover, -por supuesto- el cómo joder a los otros con el más  perfecto estilo del Gentleman Ingles y así,  se es el más apto para participar de la piñata.
     El consumo consume a los consumidores, la ficción envuelve la vida de todos, encerrados en los capullos de la fantasía y de abulia. Vemos las desproporciones en que viven los artistas, los atletas de algunas disciplinas manipuladas, las modelos, los banqueros y otros, mientras las mayorías languidecen en un planeta que está en serios riesgos de desertificación y degradación social. Pero los intereses de unos grupos minoritarios, pero asquerosamente ricos y poderosos, mandan al mismísimo infierno las soluciones o propuestas que deben ser tomadas ahora y sin dilación. Pero las mayorías que promueve y enarbola las banderas del raciocinio, no poseen el empuje, para revertir estos procesos corruptos.   
     Es como si viviéramos en el paraíso de la nada, donde la nada se lo come todo, lo devora todo, como lo relata La historia sin fin… El hombre vive en el reciclaje de la ignominia, la desidia, la opulencia, la desigualdad, la violencia, el miedo, que más que miedo es terror. La locura colectiva, el abuso, la constante búsqueda del fracaso eterno  a través del jueguito de lo imperial.  Viviendo en una fantasía distorsionada, una propuesta de vida en el paraíso después de la muerte, no siendo capaz de reconocer- por supuesto por la ignorancia y la estupidez- que el paraíso se construye aquí y ahora y no después de la muerte. Esa ficción ha sido siempre vendida al humano para que no intente cambiar la lastimera forma en que vive en el momento de su realidad… Y a eso se llama, burda manipulación…
      Qué triste y doloroso es tener que plantear esta realidad, una realidad que nos atrapa y nos hace añicos, pero lo más triste es tener que presentarlo a todos ustedes como la realidad inequívoca de nuestra sociedad, de nuestra isla y de nuestra civilización. Pero tenemos que persistir en la denuncia, esperando que quede plasmado en la historia de la humanidad por alguna vía, y que podrá ser un recordatorio del por qué nos autodestruimos.
    Pero al parecer nadie aprende en cabeza ajena, o tal vez será una ley de vida, y la historia es simplemente un montón de papeles que solo sirve al despropósito de los macabros agentes de la desdicha. Los pueblos no tienen la capacidad- al parecer- de hacer causa común para su bienestar y solo permiten que sean aniquilados como esclavos permanentes y cautivos de las circunstancias. Una multitud de seres incapaces de hacer absolutamente… nada, realmente en este momento no encuentro las palabras para describir esta realidad que con claridad vislumbro…
    Vivimos en la oscuridad cuando la luz es la ley, pero existe una poción mágica la que todos debemos tomar como remedio, y esta se llama la poción de la esperanza, la que impulsa la fuerza interior que nos empuja a vivir y rompe la depresión colectiva. Es una responsabilidad buscar las soluciones y enfrentarnos a ellas, de una manera pro activa, no empeorando, si no mejorando, no devorando, si no plantando, no corrompiéndose si no clarificándose y dejando a un lado la opulencia y los deseos desmedidos e irracionales. Pues son esos males los que llevan a los hombres a perder la visión de la realidad en la que vivimos. No alimentemos a la bestia de la nada, es tiempo de despertar de ese odioso letargo que nos consume y que nos devora, que nos hace polvo, que nos conduce al abismo. Es tiempo de reaccionar, todavía estamos a tiempo, la humanidad del futuro no tiene la culpa y tampoco la nuestra de vivir lo miserable y desdichado que es y lo que estamos dejando como herencia.
     Debemos levantarnos a unas y parar de manera radical la deforestación, tal como se logro el miserable 4% para educación, e iniciar un plan de reforestación serio y bien estructurado. Debemos levantarnos y detener esta locura de la opulencia gubernamental y esta corrupción desmedida, debemos aunar esfuerzos para que la vida de nuestros hijos y nietos sea más digna y feliz. No al miedo y a la delincuencia, al raterismo, a la irresponsabilidad. Y que no se justifique falta de presupuesto para encaminar las acciones requeridas, es la trampa que siempre nos venden, para corromper aún más las instituciones, tenemos organizaciones y presupuesto de más para resolver, solo hace falta la voluntad y la integridad de aquellos comprometidos. Hay que acudir a los últimos reductos de la tolerancia, a los últimos reductos de la sensatez, a los últimos reductos del valor ciudadano, a los últimos reductos de la consciencia humana, y dejar a un lado esta nefasta conducta depresiva que daña a nuestras familias y a nuestra sociedad.

     Todo está escrito… todo está dicho… todo está a la vista… pero estamos ciegos… sordos…y mudos… Es tiempo de tomar partido…