El arte de los jardineros, por siglos ha sido el de transformar
un espacio baldío, desordenado, contaminado y sin gracia, en uno ordenado, armónico,
pulcro, y con un valor exaltado, que logre recrear el espíritu y gratificar el alma.
Los preceptos usados para alcanzar tales virtudes, en un
pequeño espacio, deben estar circunscrito a valores, ideales, concepciones, y
ciertos conocimientos que, armonizados con la concepción de una interpretación
cosmogónica de la realidad. Y esa acción arroja como resultado una exaltación
del espíritu humano, hacia el logro de los principios que regocijaran al humano
mismo, y que lo diferencia de las demás criaturas, que comparten los mismos
espacios que les fueron legados.
Es sabido que la formación y el cultivo de la mente jardinera,
para lograr la clarividencia en una consciencia que emulara lo superior,
requiere de un arduo trabajo, el cual por siglos ha permitido llevar al hombre
animal, a ser… un hombre social. De llevar al hombre bárbaro, a ser un hombre
solidario y comprometido con los mejores valores universales que caracterizan
la evolución, lo que lo eleva a la categoría de… pensantes.
Los jardineros logran entender que las malezas no requieren
de ser cultivadas o sembradas… estas se propagan, como plagas, sin control
alguno, por sus fuerzas inherentes. Y que no requieren de intervención del
hombre sabio, para ocupar todos los espacios, que son abandonados por: la
abulia, la desazón, la mediocridad, el sinsentido, la inconsciencia y la
inmoralidad.
Pero los jardineros de la consciencia nunca dejan sus
espacios sin la atención adecuada, ya que si lo hicieran, el costo para
volverlos a llevar a su esplendor antes exhibido, acarrearía un escuerzo y un precio,
que muchos no estarían dispuestos a pagar. Los viejos jardineros siempre han
sabido trabajar cada día, para limitar las propagaciones de las malezas y los
bichos, que dañarían sus pulcros trabajos, por ello el trabajo es una prioridad
impostergable. El tiempo, las aves, los insectos, y el viento, no son sus
enemigos, aunque sepa que transportan las semillas de sus adversidades, reconoce
que son solo los vehículos, y aprende de ellos. Y ellos y por ello, solo se mantiene atento, para evitar su
propagación. Reconoce que es una tarea
del día a día y con una abnegación impoluta, con una demostración de amor y entrega,
que jamás el dinero o las riquezas pudieran pagar.
Las cualidades que adornan a los jardineros de la
consciencia son: la entereza, la infatigable entrega, el cultivo del buen gusto
y las virtudes que exaltan el espíritu y la mente. Logran ver con claridad los
espacios y sus diseños más armónicos. Logran ver con antelación, los tiempos y
los climas adversos, logran conocer las estaciones y sus cambios. Ajustan sus estrategias,
y aprenden de sus errores, y el de sus otros compañeros de labor. Disfrutan de
sus tareas y de sus logros, y sin esperar más recompensa que, dejar un espacio…
cerca de la perfección, o por lo menos intentarlo.
Aquellos que se embarcan en esta hermosa tarea, no se
recrean en los resultados finales, se recrean en el proceso y le transmiten a
sus vástagos el amor por la tarea realizada, continua e impostergable. Cada día
sus consciencias se aclaran y logran ser espejos de su propia realidad interna,
dejando en sus espacios el perfume de los aromas más sutiles… Y para lograr
todo esto, solo se relaja y piensa… Para
luego actuar en consecuencia.