miércoles, 4 de mayo de 2016

Un proceso social descabezado.


Cuando analizamos los diferentes periodos históricos de la humanidad, vemos claramente marcas ideológicas y filosóficas en ellos. Propuestas que arrastraron consecuentemente los procesos sociales, y que se iniciaron con cuestionarse y entenderse como criaturas frente al universo cambiante, hasta perfilar sus sistemas políticos, económicos, y la organización social que las rigieron y que las rigen en la actualidad en su conjunto.
Y estas fuerzas - las que mueven la estructura social- se sustentan de algún modo, en los enfrentamientos dinámicos de dichas fuerzas y sus contradicciones, las que actúan en cada momento histórico, acompañadas por las posturas ideológicas y los intereses creados por las partes enfrentadas.
Ahora bien, cuando en algún momento la fuerza social se polariza y no entiende o acepta o aplasta a sus oponentes, -como fuerza antagónica-, se estanca la dinámica de la generatriz social. Y esto simplemente se cataloga como un periodo de paralización o entumecimiento, un periodo sin fuerza, un periodo confinado a la falta de creatividad revolucionaria. Promoviendo así un momento corrupto, sin ideologías pujantes, y por tanto sin una filosofía cuestionadora de la realidad.
El pensamiento filosófico organizado como método, hoy se encuentra reducido a querer explicar los fenómenos materiales del universo desconocido, en una actitud reduccionista sin precedente. Los seres pensantes, aparentemente agobiados o dejados sin argumentos o fastidiados por la presión social, y por ende marginados, (puesto que el pensar filosófico no produce recursos financieros mediatos), ha dejando la sociedad acéfala, tal agónico motor sin energía.
Un reduccionismo que solo enfrenta el diario vivir, el diario consumo, en la búsqueda de la permanencia insulsa, marcada por las prebendas económicas, mientras que el estudio del pasado, presente y futuro del movimiento filosófico, histórico y social, queda relegado al plano de la abulia. Y una sociedad que no se cuestiona su pasado histórico, no se cuestiona los fundamentos de su presente, y no perfila sus acciones en una visión de futuro,  bajo  la mirada de una ideología coherente, o un prisma filosófico gestor, simplemente es una nave a la deriva.
El no poder coordinar suficientes ideas que permita dar contornos a los procesos, se manifiesta como, la esterilidad social. Y es una realidad en la que nos encontramos sumidos hoy día. Los agentes sociales de tendencia revolucionaria, estancada en un pasado amorfo y trunco, y las tendencias conservadoras estancadas en un pasado rancio y corrompido, marcan esta realidad. Y no se es capaz de ver con claridad que gracias a el pasado reciente, donde los enfrentamientos ideológicos, y filosóficos, impulsaron a la humanidad a eventos que no se habían registrado en toda la historia de la humanidad precedente. Y hoy se encuentra dicho motor social paralizado por el cansancio, el conformismo, y la desazón.
No tenemos debates ideológicos, no tenemos propuestas filosóficas que enfrenten la vacuidad, simplemente estamos arrastrados por los patrones dejados en viejos baúles del pasado. No somos capaces de cuestionar y pensar, organizar y crear una nueva visión renovadora, como si el cuerpo social estuviera, en lecho de muerte.
Los nuevos actores sociales, tienen un reto no visto en el pasado, pues parecería haberse agotado el sentido creativo y renovador, el concepto de revolucionario, ha quedado relegado al plano de lo utópico, como si los soñadores habrían desaparecido de la faz de la tierra… Ya no es el miedo a las represalias, ya no es miedo a los sistemas dictatoriales, es simplemente… abulia.
El reto de y la creación de nuevos sistemas, principios, propuestas, está reducido a cómo hacerse más ricos en el menor tiempo posible, y en como consumir cuanto artefacto o extravagancia exista. Hoy la idealización de un mundo basado en principios de libertad, solidaridad, y búsqueda de justicia, simplemente ha caído en un hueco tan profundo, que la luz de la consciencia no logra disipar, las espesas nubes negras del desatino.
Al parecer solo queda esperar el próximo enfrentamiento de las fuerzas que mueven la cosa social, y ese enfrentamiento no parece ser entre clases beligerantes y contradictorias por esencia, y todo apunta a que el próximo enfrentamiento que podemos esperar es, el del nuevo esclavo social, frente al estado corrupto que gobierna en la actualidad a todo los países del mundo civilizado, o supuestamente civilizado. Donde convergen todos los actores de todos los tiempos pasados y presentes, pero con un solo fin… ¡disfrutar de la rapiña! y en contra partida, los inocentes e insulsos esclavos, mentalmente disminuidos, e incapaces de hacer causa común.
Y si no aconteciera de ese modo, solo queda esperar que la naturaleza se levante en contra de las criaturas que atentan en contra de la superveniencia de la madre gestora. Y esto porque en el pasado reciente, se partió del principio que los recursos naturales era infinito, y hoy despertamos en una realidad que niega estas posturas… Si no encontramos el sentido de una humanidad diversa, solidaria y realista, basada en el sentido común de las criaturas pensantes, mesurados en sus conductas y consumos, simplemente estamos destinados, a la extinción…

Todo lo planteado parecería ser un acto de rebeldía, pero debemos tomar las palabras de Albert Camus en cuestión, cuando nos decía en su obra, El hombre rebelde: “La rebeldía no es en modo alguno una reivindicación de la libertad total. Por el contrario, la rebeldía entabla el proceso de la libertad total. Discute precisamente el poder ilimitado que autoriza a un superior a violar la frontera prohibida…

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