jueves, 11 de febrero de 2016

Como enfrentar la corrupción, cuarta entrega.

Hemos visto algunas de las propuestas en los trabajos anteriores, de cómo enfrenar la corrupción en sus diversas manifestaciones. En este caso observaremos estrictamente las de origen político y económico de un país. Tenemos un nuevo acercamiento para ver la realidad del problema desde otro ángulo.
Pudimos ver que uno de los aspectos fundamentales que promueve la corrupción es, el desfase en que se encuentra el conjunto de las organizaciones del estado, respecto a la realidad actual. El estado no ha evolucionado de acuerdo a los tiempos que vive la civilización democrática.
La nación en estos momentos se enfrenta, a estructuras que presentan y evidencian, una especie de infantilismo institucional. Mas sabiendo que el entramado social se ha hecho más complejo y en consecuencia sus argucias, por ende para subsanar esas debilidades, deben de ajustarse sus organizaciones, al ritmo de los tiempos y su complejidad.
Por esto nos planteamos en la entrega anterior, de cómo puede ser posible que las instituciones encargadas de fiscalizar y auditar los gastos y presupuestos del estado, estén en las manos de los mismos que tienen la responsabilidad de ejecutarlos…Esta es una de las mayores manifestaciones del infantilismo social, adjunto al de permitir que un segmento de la sociedad, detente todo el poder, sin tener los mismos, quien los controlen y los castiguen, en caso de violar los acuerdos sociales establecidos.
Comprendiendo que los sistemas democráticos vigentes, se encuentran compuestos generalmente por tres poderes, a saber: Poder Ejecutivo, poder Legislativo y poder Judicial, donde vemos que solo dos de sus integrantes -El Ejecutivo y El Legislativo- los miembros que las componen y dirigen, son elegidos por el voto popular. Y es cuando nos preguntamos ¿Por qué el tercer miembro que compone la triada del estado, sus miembros, -responsables de dirigir sus destinos-, no son elegidos por el voto popular…?  Más cuando son precisamente los que están destinados a perseguir y castigar, a los que violentan las leyes y regulaciones establecidas por la sociedad, para su funcionamiento idóneo...
A eso es lo precisamente denominamos como, una composición de Estado Infantil… Los miembros de las altas cortes judiciales y los miembros de las procuradurías fiscales, precisamente encargadas de investigar y perseguir los delitos, y de castigar a los detractores de la sociedad, son impuestos o designados por el contubernio de aquellos que ejecutarán los presupuestos, y dirigen la maquinaria del estado; y no por la sociedad que sostiene financieramente estos estamentos…
Hoy la sociedad debe avocarse a exigir un cambio radical del asunto, pues si no se logra la total independencia de estos estamentos del estado - la justicia y las fiscalías-, la corrupción seguirá siendo un mal endémico en las sociedades democráticamente constituidas. Por ello los jueces y fiscales en sus más altas esferas, deben ser elegidos por el pueblo, para que defienda los intereses de las mayorías, y no ser propuestos o designados por aquellos que conforman los demás poderes del estado.  
Es por esto que planteo esta realidad como una inconsistencia, tal vez una burla, o una estratagema, para que nunca puedan ser controlados y castigados los detractores de los recursos del estado. La sociedad en su conjunto tiene que replantearse esta realidad y orquestar la forma de cómo romper ese anillo que estrangula a la sociedad y que permite que la corrupción continúe siendo uno de los flagelos que más daño hace a la sociedad misma. Es como una enfermedad, a la que no se le quiere encontrar la cura…
Debemos exigir libertad para elegir nuestros fiscales y nuestros jueces, sin la intervención de los políticos en concurso permanente por la búsqueda del poder… La sociedad tiene que agenciarse el método más idóneo para defender sus intereses colectivos… Nosotros debemos y tenemos esa responsabilidad, la que es impostergable, intransferible e ineludible… Y es de este modo como se garantiza la estabilidad, social, económica, jurídica y hasta la integridad misma del compuesto humano, manifestado como sociedad civil.

Por siglos la sociedad humana ha luchado por actualizar sus estados y sus acuerdos políticos, jurídicos y laborales, y le ha costado muchas vidas valiosas, una realidad que ha promovido tanta miseria, y tantas guerras, solo por primar en los estamentos del poder: la tozudez, el oportunismo y la corrupción…
Ya la sociedad moderna no se puede permitir estas acciones en estos precisos momentos, ni se puede consentir una organización obsoleta y disfuncional, la que mantiene a toda una mayoría en la ignorancia, permitiendo y fomentando el latrocinio, la corrupción, y generando  una opulencia que ofende a los miembros de su propia sociedad, y en desmedro de la misma.