lunes, 31 de julio de 2017

Sabiduría, Benevolencia, Coraje y Valor…

La cultura japonesa, forja desde el siglo X  hasta el siglo XVII, -más o menos-, un código llamado “Bushido”, vocablo que significa, “El camino del guerrero”. Por su parte los chinos, mucho antes, le conocían como el “Kung Fu”. Una parte de ésta sociedad - la japonesa-  desde el siglo VI, adopto la filosofía de vida budista, llamada por ellos “ZEN”, una filosofía también heredada de los chinos, que lo conocían como budismo “Chan”.  La que era y sigue siendo una filosofía cargada de valores y principios, que enseñaban a sus seguidores a buscar la iluminación, a través de la meditación, para lograr una armonía, cuerpo -mente -espíritu.
En sus prácticas se trataba de tener concretado, todo un legado de sabiduría, con pensamientos precisos, y en pocas palabras.  Tal como algunos otros grupos del taoísmo, que recibieron las máximas del viejo texto llamado “Tao te King”, al que nos hemos referido en múltiples  ocasiones.
Esta sociedad, a la que hoy nos referimos, escribió sus propias máximas. Y una de las que alcanzó mayor relevancia fue: “Sabiduría, Benevolencia, Coraje y Valor”.  Cuando vemos estas palabras por separado, tienen otra dinámica, más  para el común de los mortales, pero para los grupos de guerreros llamados  “Samuráis”, se trataba de algo de trascendencia singular.
Vamos pues a tratar de dilucidar los intríngulis que esta máxima contenía, para que pudiera marcar de manera tan particular, la realidad vivida por estos personajes de la historia. Trataremos de ver, cuánto podría significar estos cuatro simples vocablos.
Comencemos por “Sabiduría”: Se puede conceptualizar como prudencia, como también buena instrucción, pero otros lo llevaban a una mayor dimensión, cuando la describían como algo proveniente del conocimiento divino.
Llegar a ser sabio era, poseer todo conocimiento que representaba  la sapiencia de la comprensión de los dioses. Puesto que la instrucción como legado, debería ser capaz de transformar la vida del ser humano.  Y esto se lograría a través de la meditación,  que con una ardua autodisciplina, se escalaba a los reinos del conocimiento universal, pero aquí en la tierra…
Se decía que, la información primero transformaba la vida de los seres humanos, donde se trataba primero de profundizar en la conciencia humana, para más adelante alcanzar la conciencia universal o sabiduría divina total. Esta conciencia, nos da el poder del entendimiento de las causas, razones y objetivos para lo que fuimos conformados. Claro, no solo para su vida personal, que es la primera etapa, sino para la conciencia social que es la segunda etapa, razón por y para la cual se recibía ese don.
Es por ello que este grupo de guerreros,  emprendió la gran transformación de la civilización japonesa, la que en los anteriores  siglos estaba en franco barbarismo. Y con un esfuerzo descomunal, lograron una sociedad con niveles de sofisticación pocas veces vista en la historia de la humanidad. Y hasta hoy su legado quedó impreso en el código genético de los ciudadanos nipones. Pero al llegar el siglo XVIII - XIX el nuevo emperador optó por permear la tradición de los Samuráis, con las nuevas tendencias occidentales, lo que terminó por llevar al imperio japonés a la ruina total, durante la segunda guerra mundial.
Prosiguiendo con las conceptualizaciones, sabiduría se pudiera definir como conocimiento amplio y profundo, que de adquiere mediante el estudio y la experiencia. También como la facultad de las personas actuar con sensatez, prudencia y acierto.  Se habla también de que es un carácter, que se desarrolla con la aplicación de la inteligencia en la experiencia propia, la que da mayor entendimiento y capacidad para reflexionar, sacar conclusiones y da el discernimiento de lo que es ético y moral. Por otro lado nos da referencia de memoria a largo plazo, algo que se experimenta con la suficiente intensidad y frecuencia, como para que no se borre del recuerdo humano,  en su proceso para la supervivencia social…
Pasemos al segundo vocablo “Benevolencia”, el que se traduce como simpatía, buena voluntad hacia otros, también como una cualidad, una propiedad de la persona que es comprensiva y tolerante, a veces indulgente. Esta cualidad se demuestra en sociedad, que te dice que se es bueno con los que se convive. Un sentimiento que dicta que las acciones se deben tomar en beneficios de los demás. Esto se nos hace contradictorio cuando se habla de un guerrero, que se hizo reconocer por su potestad de cortar cabezas, puesto que los samuráis eran diestros en el uso de las espadas. Pero la pregunta a seguir es ¿A quién les cortaban las cabezas?... En sus inicios estos guerreros se hicieron populares porque defendían al pueblo de los abusadores y ladrones que asolaban la comarca.
Pero de la filosofía budista, aprendieron que deberían ser benévolos con los ignorantes, con los menos dotados, de que no era un pecado ser torpes, brutos, o incultos. Pero si lo era, ser inmoral, ladrón y  desvergonzado. Pues ésta es una condición lesiva y nefasta para la sociedad, además de que no requería instrucción especial, para ser honestos y correctos...
Entonces limpiar las lacras sociales más perversas, era una necesidad, para forjar una sociedad y cultura de trabajo, honestidad, moralidad y respeto común. Esto sin dudas costó muchas vidas, pero algo interesante sucedió… se erradicó “el gen del ladrón” de su sociedad, se devolvió la moralidad ciudadana a niveles sin prescindentes vistos  en esa nación y en el mundo, hasta la fecha.
Ser comprensivos e indulgentes con los ignorantes, no representó ser permisivos con los delincuentes y promotores del desafuero social. Entendían que la ignorancia, la faltas de cultura, de higiene, de trabajo y demás adornos sociales, debían ser enseñados desde pequeños y que el respeto a las normas éticas y morales establecidas por la consciencia divina, y no deberían ser violadas, de lo contrario se debía pagar el precio de ser reciclados bajo la creencia en que el karma pesaba y debía ser purificado con acciones correctas y saludables, para que la sociedad pudiera vivir en armonía, paz, prosperidad y solidaridad.
Coraje y Valor… De inicio pareciera ser lo mismo, pero en realidad son conceptos diferente. El coraje representa al guerrero por su valentía  por luchar por esa virtud humana, esa fuerza de voluntad para poder lograr lo que proponía por convicción clara e inquebrantable, el que se sobrepone  a los impedimentos y sabotajes. Se persevera en la acción hasta que se realiza la acción iniciada.
Era una acción decidida, apasionada, convencida de que se lograría el objetivo. Y no se podía desfallecer puesto que la sabiduría divina apodera al hombre de bien, de esa fuerza interna, o por lo menos eso se suponía…
La propuesta, primaria el ser se transformaría a sí mismo, para luego transformar su realidad social, manifestando su entrega máxima. No corromperse en el proceso era el logro, ya que el corrupto pierde la conciencia legada por los divinos, y lo hace indigno, por su debilidad manifiesta.
Esto no puede ser aplicado por los hombres que no tienen claro su verdad. Aquellos que dudan de sí mismos, de su valía, aquellos que permanentemente dudan de que sea posible lograr eso que dicta la conciencia divina. Dictaban que por esa falta de coraje es que las sociedades y sus integrantes se corrompen. Y se ve cómo se desmorona el entramado social para ser reciclado en su totalidad en una espiral sin fin. Cuando esa conciencia social se corrompe y pierde su norte, termina en el estercolero de la historia, como han terminado todos los imperios corruptos propiciados por el hombre durante su historia como civilización.
Haciendo un análisis de la realidad, por dura que parezca, parecen tener razón en este capítulo. Los padres fundadores de los países, lo son porque fundamentaron sus legados en aquello que los comunitarios entendían como bueno para ellos  y acogen esos principios y valores, pues la sociedad mayoritariamente sana, los anhela.
Por otro lado el valor representa otro acápite que colinda con el anterior, pero el valor en este caso representa los principios fundamentales de la sociedad, los cuales son perseguidos por toda la eternidad. El valor enseña a todos, esos principios que nos hacen reconocer como seres buenos, como seres civilizados, como criaturas legadas por la divina creación, de acuerdo con los antiguos. Puesto que para ellos la creación era divina, inmaculada, impoluta, sin manchas. Claro, era una forma de idealizar lo que está fuera del alcance del ser común, y esos acápites son manipulados por los falsos profetas, tal como lo han manifestado públicamente los grandes maestros espirituales de todos los tiempos y todas las culturas.
Así podemos ver que esos guerreros del bushido, lograron con cuatro vocablos elementales, concretar todo un legado histórico para su humanidad, en una simple pero valiosa máxima samurái. Que al ser simple, la recitaban y llevaban al guerrero a reconocer cuales eran los principios fundamentales por los que se comprometían con todo su ser. Allí no había dudas, flaquezas, debilidades, el corazón estaba henchido permanentemente, pues sus máximas eran fáciles de recordar, era fácil de meditar en torno a esos cuatro simples vocablos. Era un principio tan elemental como la devoción del perro con su amo, allí no existen circunstancias, atenuantes, ni traiciones, solo existe la vía de la lealtad y entrega de todo el ser, a una realidad ineludible.

Por supuesto, no es que queremos hacer una apología a las culturas ancestrales, donde quedaron marcas por la violencia y latrocinio,  pero lo que si podemos sacar como conclusión es que la filosofía, la ideología, la moral y la ética, siguen siendo las herramientas fundamentales para la transformación humana, pero que ha quedado relegadas, frente a los valores de la riqueza y el poder, la opulencia y demás gatos barcinos escondidos en las psique humana, y que en pocos momento de la historia, han logrado superar las adversidades que viven sus propias civilizaciones.