Hoy de repente,
a media noche, mi instinto de supervivencia me hace despertar, y no sé si
realmente estoy en otra realidad, o es en la que me debato día a día… es
difícil discriminar, pues penetrar en la profundidad de la existencia misma,
requiere de un sacrificio, el de dejarse tocar por el sentimiento que se ahoga en
el pecho, que a veces duele y duele mucho, más cuando se conserva la dignidad.
Y en ese debate
de saber o no saber, una voz de lejos me dice, ¡mira, mira…! Y luego
repite ¡escucha, escucha…! No sé si es una manipulación o un
condicionamiento de los tantos que se nos imponen y estamos casi acostumbrados
por el tedio, pero así poso mi vista hacia un bosque oscuro y enmarañado, en el
que apenas logro vislumbran unos luceros con brillo particularmente conocido,
con caracteres a los que una vez me vi enfrentado anteriormente, cuando de
repente aflora del pantano putrefacto y mal oliente, la criatura señalada…
Pronto aparece
una mano grotesca, gigante, pero no una mano cualquiera, ésta era peluda, con
falanges algo más extensas de lo normal, parecía que en su tiempo de juventud,
el alimento había escaseado, pues era algo huesuda, pero igual era vigorosa. No
parecía ser de un animal muy viejo, tampoco correspondía con esos arquetipos
del monstro del lago, o de los lobos de antaño, tampoco pertenecía a criatura
que ya conocemos, como los cocodrilos ancestrales, o de los osos pardos que
aterrorizan la comarca, no era del Vaca de las historietas caribeñas, parecía
algo más humano, algún tipo de engendro de esos creados por el hombre mismo,
tal como un Chupa cabras, pero más grande y desafiante.
Éste al
percatarse de mis observaciones, se despliega y muestra sus caracteres en todo
su esplendor nocturno. Aquellas manos con garfios bien estilizados y con esmero
cuidados. Logré distinguir sus cualidades, pues son el resultado de los
pulimentos especiales que dan tan lustrosa terminación. Los conocedores de estos
lustres los reconocen con facilidad, pues son los mismos usados en la
antigüedad nefasta, el lustre de la historia manipulada a su antojo, la
corrupción que desbasta con precisión para dar el filo característico perfecto,
para atravesar el corazón de sus presas desvalidas, lustres que con la
componenda le da consistencia y constancia en perfecto contraste, que reforzado
por la inmoralidad que le endurece sus puntas, para que no sean quebradizas, además,
se unen con la codicia y la opulencia que ofrece una resistencia sin igual. Artilugios
que junto al descaro, se esconde como meñique, acompañando a sus hermanos
mayores, todos finalmente reunidos, pintados a la perfección con el intelecto,
la experiencia y la impudicia del poder, fríamente trabajados.
Conozco muy bien
estos esmeriles y lustres, pero me asombra en un animal tan joven, disfrute de
tales adminículos, no logro concatenar los hechos…, pero la Luna sale de sus
sombras encapotadas de nubarrones y me muestra que no es en una sola pata que
despliega dichos artificios, es todo un espécimen terminado y lustrado, multicolor
como gato barcino. Y la bestia expuesta no parece sentirse molesta por
encontrarse expuesta, no se intimida con mi mirada, camina como si yo no
existiera, algunos de los pobladores les escucho gritar a lo lejos, tiran sus
arpones y flechas, piedras y hasta fuego griego arrojan, pero esto no inmuta en
lo absoluto a la criatura, que más que criatura es, un engendro. Sigue incólume
en su tránsito, devorando las mejores frutas del prado, destruyendo a su paso y
con su enorme cola, los sembradíos que tomaron años preparar su terreno y
seleccionar las plantas correctas, para que todo fuera una realidad de alimento
de la esperanza.
Como si de arte
de magia satánico se tratara, la Luna se torna sangrienta, y la bestia frente a
tal conjuro se transforma en humano o por lo menos se le parece, un pelo muy
bien cotejado, impecablemente vestido al clásico estiro europeo, zapatos
brillosos como charol, pero sus colores proyectados son similares a los que
expedían sus pertrechos, y con su mirada calma, por la seguridad que da la
impunidad, esboza una gran sonrisa, levanta su manos solicitando calma a la
multitud, y decía: ¡Tranquilos conciudadanos, todo es cuestión, de percepción,
no desesperéis, mi palabra está comprometida…! Educación tendrán, de la mejor
-para ustedes, por supuesto-, para que sean buenos, -esclavos, como siempre-
aprenderán a firmar y leer, lo necesario, ¿pero las letras chicas…? Reclama el
público, ¡no se preocupen, es nuestra responsabilidad
defenderlos! puesto que espejuelos para todos los minusválidos cerebrales no
tenemos, pero los guiaremos por el camino correcto.
Parece que no
hemos podido superar nuestra tendencia genética, creando los engendros, que
como Cronos cualquiera, devora a sus propias criaturas. Aptos siempre para ser
inocentes, que permiten repartir equitativamente las riquezas producidas por
los pendejos, para que el que parte y
reparte, siempre toque la mayor parte… No se puede permitir que mueran de
hambre, será suficiente que vivan o mejor sobrevivan en los cinturones de
miseria, donde les garantizamos la existencia con el maná que siempre cae del
cielo, de la boca del mismo Cronos.
¡Pierdan cuidado!,
nosotros tenemos todas las respuestas, y si no son comprendidas con claridad, tenemos
los tubos mortíferos y los que se encargan de hacerlos comprender con lucidez,
quien es el que manda, y quien es el esclavo del sistema eterno.
Así, cuando la
Luna se cubrió, vuelve a ocultarse, y sale de nuevo la realidad escondida tras
los hechizos, y veo como el engendro clava sus garras en el globo, le presiona
de tal modo que comienza a supurar fluidos y aparecen los gritos de nuevo, pero
esta vez no del azuzar, es de dolor subterráneo, como si el alma fuera
desgarrada de un solo tajo, pero los gritos no evita la conducta prensil,
parece que conoce perfectamente cuanta fuerza aplicar para no aplastar el
globo, y que mueran los contenidos.
Una de las
garras parece ser hueca, y por ella circula un líquido como si fuera succionado
del globo, el líquido es brillante resplandeciente, y se va distribuyendo por
sus diferentes partes orgánicas, como si alimentara a alguien o algo. De un
momento a otro el engendro babea, y sus ojos se brotan, se sacude con
violencia, como intentando quitarse de encima hormigas de fuego, pero su
caparazón es fuerte, adecuado a los cambios repentinos, y simplemente se metió
al pantano y se liberó de las molestias.
Bueno, vuelvo a
poner mi cabeza en la almohada, y como si de una pesadilla se tratara se desvaneció
el escenario, solo me quedó la sensación de pena y desamparo, no sé si sentir expiación,
vergüenza ajena, desazón, o sentirme cabra montaraz, las que no se acercan a
los pantanos y las praderas, puesto que sus pesuñas y patas están hechas para
asirse a las rocas de las altas montañas, escabrosas y empinadas, frías y
desoladas, donde solo se comen arbustos y pequeñas ramas. Allí al engendro no
le interesa exponerse, solo espera a ver si alguna se descalabra, para que
forme parte de su festín…y para alimentar a sus acompañantes serpientinos y
escorpionados, que le defienden de su enemigos, a cambio de algunas migajas...
Reconozco el gozo interno
de las cabras montaraces, su libertad y determinación, saben que cada vez más
sus terrenos están siendo diezmados, la contaminación daña sus habitas,
corrompe sus ríos, su aire se hace pesado y denso, la lluvia se hace ácida, y
el clima se hace cada vez más severo. El pantano cada vez se hace más grande,
se percibe su putrefacción en todos los confines, sabemos que la muerte es
ineludible, pero no somos llamados a promoverla, a veces creemos que al
desnudar la realidad será suficiente para confinar al engendro en su cueva,
pero cada vez que explicamos cómo se comporta, esta corrige sus defectos y
encuentra nuevos pulimentos y lustres para sus garras… Es posible que el
silencio sea el terror del engendro, pues jamás podría describir sus acciones y
termine atrapado en sus propias nasas… ¿Acaso la humanidad después de engendrar
sus propio Chupa cabras se podrá deshacer de él?