lunes, 22 de agosto de 2016

Países SIN PAISANOS, NACIONES SIN CIUDADANOS, PATRIA SIN PATRIOTAS…


Por milenios las sociedades congregadas bajo los criterios de humanidad, han tratado de forjar naciones. La nación como concepto de unidad de destino común, con una visión de identidad propia, con elementos que los haga fuertes e únicos.
Así nacen las patrias, fruto de un cúmulo de: ideas, ilusiones, pensamientos, deseos, principios, identidades culturales, que representan a una comunidad de congregados. Pero muchos países viven esa verdad solo en papales muertos, en sueños pasados, remotos, casi etéreos… Y así nunca logran  cuajar las intenciones y ejecutar las labores primarias que les dio su razón de ser. La gran pregunta sería ¿Por qué…? ¿Por qué algunos países lo logran y otros no…?
Muchas mentes cortas solo logran verlo en función de sus intereses particulares, sus riquezas, sus poderes, sumando pobrezas… Pero no logran ver que esos intereses, esas riquezas, esos poderes, fueron forjados por una comunidad y ellos solo heredan…
Si nos detenemos a pensar con cierta lentitud, y con cierto descuido de tiempo, respecto a la rigidez marcada por la historia, concluimos con cierta facilidad que, el denominador común del pasado y presente, ha sido el fruto la imposibilidad de legar, cultivar y hacer adherentes los principios en valores éticos y morales. Estigmas incapaces de penetrar en lo más profundo del tejido social, incapaces de permear las raíces mismas de la conciencia de los actores sociales.
Evidencia irrefutable de la incapacidad de forjar un carácter colectivo, engendrador de un ente social estéril, impredecible por su naturaleza humana laxa, circunstancial, mediocre, disminuida y hasta ajena a su propio denuedo.
Cuando se sabe que el carácter humano no es fruto de lo circunstancial, es inevitable descubrir que es el resultado del trabajo disciplinado y comprometido, convencido y entregado, fundido en el crisol de las dificultades, crisol en el que se descartan las escorias para lograr el metal más puro. Todo bajo procesos supervisados, legados, evaluados y corregidos para un logro… la excelencia. Pero cuando no se conoce ni siquiera las técnicas más elementales de la fundición… pocos resultados se podrán obtener aunque la materia prima sea de óptima calidad.
Cuando se es incapaz de reconocer que el objetivo consensuado para una acción, no es ni más ni menos, que el logro de: la felicidad, la paz, la solidaridad, el bienestar colectivo sobre el personal, el de propiciar un futuro para todos aquellos que les acompañan en la larga travesía del construir, lo que más tarde se puede hacer llamar, una nación.
Pero cuando al parecer las lagrimas y el sudor solo son capaces de manchar las servilletas y no son capaces de tocar las venas más sensibles del gen que nos distingue como animales, poco nos hace dignos de siquiera compararnos con las especies supuestamente primarias que nos acompañan en este globo flotante, el que viaja en la cola de una vía llamada Láctea, nominada de ese modo, para hacer la genuflexión a la madre gestora de todo lo viviente.
Pero tampoco, las manchas logran siquiera tocar el lienzo cerebral, mucho menos gotear esencia sobre el órgano latente, de una bella unidad viviente, carente de emociones, estéril en su cuenca uterina, en el que solo circula el caudal de la opulencia, el lucro, el poder mezquino, y la mediocridad, formando así en su intersticio… lo amorfo y minusválido.
¿Qué más puede manifestarse?  Los oídos sordos, los ojos ciegos, los corazones llenos de cicatrices de infartos subsecuentes, donde solo afloran las tristezas y las amarguras, de aquellos muertos en vida, estancados en las piletas repletas de sus mal olientes excrementos, conjuntado con los vertidos purulentos de las pústulas de aquellos enfermos del alma… y  vacíos de consciencia.
Una patria despojada de las acciones cotidianas, pero no más cierto reflejo de la liturgia de un  pasado huérfano, aprendido en las calles podridas e infestadas por el pasado mugriento. El que representa la conducta de la lucha colectiva forjada en la debilidad mental y la carencia espiritual. No hay mejor escenario del canibalismo, que el que se pone de manifiesto en: la mediocridad, el desorden, el irrespeto, la vulgaridad y las tropelías callejeras, calles… ¡Hay mis calles…! Lugar donde se forman, conforman y deforman, los ciudadanos de un mundo insólitamente desprovisto de visión y de futuro.
No en vano la realidad se manifiesta en las calles, los mercados, las cárceles y las oficinas… Lugar vivo donde late el corazón del pueblo maltrecho, rincones que representan el estado real del alma, con millardos de escondrijos sembrados con desesperanza e improvisación. Basurero del olvido, vertedero de la perspectiva. Cuerpo social vestido con harapos y perfumado con los correspondientes olores nauseabundos excitados.
Al parecer se acabaron las palabras, se apuraron las sorpresas, se agotaron las energías esenciales, se obscurecieron las quimeras, se extirparon a los portadores de sacos genitales, se extinguieron los patriotas…

Pero siempre es el mejor momento para recordar que sí se puede, solo se necesita una cosa… la transformación… pero solo la tuya. En ese denso momento, reaparece lo que pareciera imposible para el logro humano, aparece el elemento sutil, transparente, inigualable… aparece y se apodera ¡La Fe!