Cuando analizamos los diferentes periodos históricos de la
humanidad, vemos claramente marcas ideológicas y filosóficas en ellos.
Propuestas que arrastraron consecuentemente los procesos sociales, y que se
iniciaron con cuestionarse y entenderse como criaturas frente al universo cambiante,
hasta perfilar sus sistemas políticos, económicos, y la organización social que
las rigieron y que las rigen en la actualidad en su conjunto.
Y estas fuerzas - las que mueven la estructura social- se sustentan
de algún modo, en los enfrentamientos dinámicos de dichas fuerzas y sus
contradicciones, las que actúan en cada momento histórico, acompañadas por las
posturas ideológicas y los intereses creados por las partes enfrentadas.
Ahora bien, cuando en algún momento la fuerza social se
polariza y no entiende o acepta o aplasta a sus oponentes, -como fuerza
antagónica-, se estanca la dinámica de la generatriz social. Y esto simplemente
se cataloga como un periodo de paralización o entumecimiento, un periodo sin
fuerza, un periodo confinado a la falta de creatividad revolucionaria. Promoviendo
así un momento corrupto, sin ideologías pujantes, y por tanto sin una filosofía
cuestionadora de la realidad.
El pensamiento filosófico organizado como método, hoy se
encuentra reducido a querer explicar los fenómenos materiales del universo
desconocido, en una actitud reduccionista sin precedente. Los seres pensantes,
aparentemente agobiados o dejados sin argumentos o fastidiados por la presión
social, y por ende marginados, (puesto que el pensar filosófico no produce
recursos financieros mediatos), ha dejando la sociedad acéfala, tal agónico motor
sin energía.
Un reduccionismo que solo enfrenta el diario vivir, el
diario consumo, en la búsqueda de la permanencia insulsa, marcada por las
prebendas económicas, mientras que el estudio del pasado, presente y futuro del
movimiento filosófico, histórico y social, queda relegado al plano de la
abulia. Y una sociedad que no se cuestiona su pasado histórico, no se cuestiona
los fundamentos de su presente, y no perfila sus acciones en una visión de
futuro, bajo la mirada de una ideología coherente, o un
prisma filosófico gestor, simplemente es una nave a la deriva.
El no poder coordinar suficientes ideas que permita dar
contornos a los procesos, se manifiesta como, la esterilidad social. Y es una
realidad en la que nos encontramos sumidos hoy día. Los agentes sociales de
tendencia revolucionaria, estancada en un pasado amorfo y trunco, y las
tendencias conservadoras estancadas en un pasado rancio y corrompido, marcan
esta realidad. Y no se es capaz de ver con claridad que gracias a el pasado
reciente, donde los enfrentamientos ideológicos, y filosóficos, impulsaron a la
humanidad a eventos que no se habían registrado en toda la historia de la
humanidad precedente. Y hoy se encuentra dicho motor social paralizado por el
cansancio, el conformismo, y la desazón.
No tenemos debates ideológicos, no tenemos propuestas
filosóficas que enfrenten la vacuidad, simplemente estamos arrastrados por los
patrones dejados en viejos baúles del pasado. No somos capaces de cuestionar y
pensar, organizar y crear una nueva visión renovadora, como si el cuerpo social
estuviera, en lecho de muerte.
Los nuevos actores sociales, tienen un reto no visto en el
pasado, pues parecería haberse agotado el sentido creativo y renovador, el
concepto de revolucionario, ha quedado relegado al plano de lo utópico, como si
los soñadores habrían desaparecido de la faz de la tierra… Ya no es el miedo a
las represalias, ya no es miedo a los sistemas dictatoriales, es simplemente…
abulia.
El reto de y la creación de nuevos sistemas, principios,
propuestas, está reducido a cómo hacerse más ricos en el menor tiempo posible,
y en como consumir cuanto artefacto o extravagancia exista. Hoy la idealización
de un mundo basado en principios de libertad, solidaridad, y búsqueda de
justicia, simplemente ha caído en un hueco tan profundo, que la luz de la
consciencia no logra disipar, las espesas nubes negras del desatino.
Al parecer solo queda esperar el próximo enfrentamiento de
las fuerzas que mueven la cosa social, y ese enfrentamiento no parece ser entre
clases beligerantes y contradictorias por esencia, y todo apunta a que el
próximo enfrentamiento que podemos esperar es, el del nuevo esclavo social,
frente al estado corrupto que gobierna en la actualidad a todo los países del
mundo civilizado, o supuestamente civilizado. Donde convergen todos los actores
de todos los tiempos pasados y presentes, pero con un solo fin… ¡disfrutar de
la rapiña! y en contra partida, los inocentes e insulsos esclavos, mentalmente
disminuidos, e incapaces de hacer causa común.
Y si no aconteciera de ese modo, solo queda esperar que la
naturaleza se levante en contra de las criaturas que atentan en contra de la
superveniencia de la madre gestora. Y esto porque en el pasado reciente, se
partió del principio que los recursos naturales era infinito, y hoy despertamos
en una realidad que niega estas posturas… Si no encontramos el sentido de una
humanidad diversa, solidaria y realista, basada en el sentido común de las
criaturas pensantes, mesurados en sus conductas y consumos, simplemente estamos
destinados, a la extinción…
Todo lo planteado parecería ser un acto de rebeldía, pero
debemos tomar las palabras de Albert Camus en cuestión, cuando nos decía en su
obra, El hombre rebelde: “La rebeldía no es en modo alguno una reivindicación
de la libertad total. Por el contrario, la rebeldía entabla el proceso de la
libertad total. Discute precisamente el poder ilimitado que autoriza a un
superior a violar la frontera prohibida…
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